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jueves, 7 de mayo de 2009

NUTRICION Y CANCER




Tiene Ud. en su refrigerador la cura del cáncer? Es probable que no. Sin embargo, puede ser que algunos de los recursos más eficaces para ayudar a prevenirlo (o su recurrencia, si Ud. ha sobrevivido a la enfermedad) estén tan cercanos como su cocina.

Nadie posee todas las respuestas, por supuesto. Es muy sencillo sentirse frustración después de escuchar un informe noticioso más sobre un alimento o sustancia en particular que causa o evita el cáncer. Entonces, meses más tarde, se escucha de un investigador distinto que esa misma sustancia provoca exactamente lo contrario. En ocasiones, es difícil saber qué creer. A pesar de esto, muchas son las posibilidades promisorias que ameritan prestarles más atención. En la batalla contra el cáncer, es importante todo lo que podamos hacer para optimizar la resistencia y eficacia de nuestro sistema inmune y proveer a nuestras propias defensas los recursos que necesitan para protegernos. Puede ser lo suficientemente relevante como para orientar las probabilidades a nuestro favor.


Un número de estudios publicados que crece con rapidez indica que algunos componentes alimentarios parecen ayudar a prevenir el cáncer y, a veces, facilitan incluso que el cuerpo lo combata si ya se padece la enfermedad. Estos elementos son lo que los investigadores llaman quimioprotectores. Entre ellos se cuenta un grupo conocido a menudo como antioxidantes. Al parecer, éstos protegen al cuerpo de los efectos de los elementos carcinógenos (que causan cáncer). Dos ejemplos son las vitaminas C y E, que se sabe poseen propiedades antioxidantes; se estima que operan evitando el deterioro del DNA. Si éste ya se encuentra dañado, incluso pueden ayudar a su reparación. Recuérdese que el daño a la estructura del DNA es el precursor para que las células se transformen de normales a malignas.



No es difícil encontrar fuentes adecuadas de antioxidantes; de hecho, es probable que justo ahora se encuentren almacenados en su refrigerador. Toda dieta que incorpora un alto nivel de frutas y vegetales ordinarios puede ser rica en agentes preventivos, incluyendo a los antioxidantes, según la American Cancer Society (ACS). Recientemente, ACS publicó un conjunto de lineamientos nutricionales para las personas con cáncer, incluyendo lo que sabemos sobre los alimentos que ayudan a evitarlo.

Casi todas las frutas y los vegetales son fuentes importantes de vitaminas y otros elementos quimiopreventivos. El contenido natural de casi todos es bajo en grasas y alto en fibra. Las frutas y los vegetales también son ricos en una clase de compuestos explorados recientemente llamados fitoquímicos (fito equivale en latín a planta), y que se estima poseen importantes propiedades sanas.


Otros antioxidantes, que no son vitaminas, también se encuentran en las frutas y los vegetales y, al parecer, tienen potentes propiedades para combatir el cáncer. Uno de ellos es el beta-caroteno, sustancia que otorga a algunos vegetales su color, como las zanahorias y los pimientos, y que el cuerpo convierte en vitamina A. Cuando se ingiere en estado natural (en un alimento rico en beta-caroteno, como los vegetales de hojas verdes, las zanahorias o los pimientos morrones), puede mejorar las reacciones del sistema inmune en el cuerpo al estimular una molécula que ayuda a que el sistema inmune localice y destruya las células cancerosas.
En cualquier análisis del potencial de una dieta saludable para combatir el cáncer, es importante recordar que muchos alimentos diferentes contienen elementos benéficos. Los nuevos lineamientos de la ACS destacan la necesidad de comer una dieta variada, más que cualquier alimento o grupo de alimentos en particular. Los nuevos parámetros subrayan también la necesidad de limitar o controlar la obesidad, no sólo mediante un decremento de las calorías consumidas, sino también por medio del ejercicio, que fortalece el cuerpo y fomenta un mejor uso de cualquier nutriente digerido.


Los estudios hechos con animales indican la posibilidad de que tanto la grasa misma como el exceso de calorías intervengan como promotores del cáncer. Cuando una persona consume más calorías que las necesarias para conservar una salud óptima, estimula su sobremarcha metabólica causando que las células se dividan más rápidamente. Esto incrementa el riesgo de que algo pueda salir mal, dando como resultado células con DNA dañado o incorrecto.
Más o menos, éste es el punto donde la mayoría de las personas empieza a pensar sobre consumir suplementos vitamínicos como opción a planear una dieta sana, específica. Por desgracia, esto tal vez no ayude tanto como pudiera creerse. Por ejemplo, un estudio podría identificar un ingrediente activo particular en un alimento que produce los resultados benéficos. Sin embargo, ahora se cree que para que sea eficaz, es preciso consumir dicho ingrediente en concierto con otras vitaminas, fitoquímicos y a menudo otros componentes de los alimentos no clasificados normalmente como nutrientes, como la fibra.


Se sigue estudiando cuál es el mecanismo exacto mediante el cual ocurre tal beneficio sinergístico. Por ejemplo, un ensayo mostró que si bien un grupo de mujeres menopáusicas que consumieron alimentos ricos en vitamina A y carotenos parecieron enfrentar un menor riesgo de padecer cáncer mamario, otras que ingirieron sólo suplementos con esos mismos elementos no parecieron encarar tal peligro. Otros factores pueden influir sobre el desenlace de un estudio aparte de qué incluyen los lineamientos del experimento. Es posible que los individuos que consumen una dieta balanceada en vez de recurrir a la “rápida solución” de ingerir unas cuantas cápsulas de vitaminas, en general tengan mayor conciencia de llevar un estilo de vida saludable, y que otros factores incluidos en ese estilo de vida sano, contribuyan también a obtener un resultado positivo.


Los alimentos contienen sustancias químicas benéficas en potencia que no son exactamente nutrientes, como la ciencia las definiría. Por ejemplo, el ácido beta-glicirretínico no sólo aporta al regaliz su sabor peculiar; también se sabe que, en animales de laboratorio, es un potente quimiopreventivo, aunque no es un nutriente en el sentido estándar. A medida que las investigaciones avanzan, se descubren muchos más de esos tipos de agentes. Todo esto significa que todavía estamos identificando las numerosas variables que proveen los beneficios que buscamos.
El concepto de la sinergia de los nutrientes llevó a los investigadores a estudiar otras clases de compuestos presentes en los alimentos. Elementos menos tradicionales que generan esperanzas en el laboratorio son, entre otros, el selenio mineral, los bioflavonoides (compuestos gustativos), así como la ubiquinona, compuestos celular. Al parecer, el selenio opera en combinación con la vitamina E para proteger a las células huéspedes del daño. En realidad, se sabe que la reacción inmune natural del cuerpo aparece muy deprimida en los animales deficientes en selenio. Un sistema inmunitario incompetente o deprimido no puede identificar y destruir los constantes ataques a los que el ser humano está expuesto, ni a los precursores de la producción de cáncer.
Hoy en día se estudian las posibles propiedades de los bioflavonoides, incluyendo a los presentes en manzanas, cebollas, té y vino tinto, para combatir el cáncer. En un estudio que duró 24 años, personas que consumieron alimentos ricos en bioflavonoides exhibieron 20% menos riesgo de sufrir cáncer. Estudios de laboratorio y otros hechos con animales señalan incluso que algunos de los compuestos del té verde pudiesen tener la capacidad para destruir selectivamente las células cancerosas (el té negro no parece hacer lo mismo).


La ubiquinona, compuesto tipo vitamina liposoluble que favorece la generación de energía en nuestras células, es un antioxidante potencial muy eficaz, según algunas de las primeras pruebas llevadas a cabo. Si bien existe de modo natural en el cuerpo, también puede complementarse comiendo carne de res, puerco, macarela, salmón, sardinas, anchoas y nueces. Todavía falta investigar bastante para determinar finalmente sus verdaderos beneficios.
Los investigadores también han encontrado que consumir valores altos de soya se relaciona con menores porcentajes de muchos tipos de cáncer. Se sabe que un compuesto químico derivado de la soya contrae los crecimientos anormales que derivan en cáncer oral, según un estudio clínico llevado a cabo en UC Irvine College of Medicine. El componente llamado Bowman-Birk, un inhibidor de proteasas, está basado en un compuesto químico presente en la soya que evita que la enzima quimotripsina descomponga las proteínas en el cuerpo. No se comprende aún cuál es el mecanismo a través del cual realiza esto, y actualmente se encuentra en investigación. Sin embargo, este proceso parece tener propiedades quimiopreventivas fuera de toda duda.


En vista de todo esto, el método seguro y lógico es comer alimentos enteros ricos en nutrientes quimiopreventivos y no tratar de autoadministrarse dosis elevadas de un componente individual que algún estudio actual informa tiene propiedades benéficas. Este enfoque conlleva peligros reales. Se sabe que la vitamina A y sus retinoides poseen efectos quimioprotectores.
Pero si Ud. se administra dosis altas de vitamina A en forma aislada, como con un suplemento encapsulado, corre el riesgo de alcanzar en su cuerpo un valor peligrosamente tóxico de ella. Usted puede sobredosificarse con vitamina A, pero no puede hacerlo con espinacas—y es más probable que la espinaca aporte el beneficio que Ud. busca.


Aunque muchas de estas sustancias individuales pueden ayudar a evitar la manifestación o la recurrencia del cáncer, una dieta adecuada es aun más importante para quienes reciben un tratamiento del cáncer. La radiación y la quimioterapia cobran una cuota severa, y una dieta rica en nutrientes es imprescindible para reconstruir las células y fortalecer el cuerpo durante los tratamientos. La radiación y la quimioterapia provocan un importante daño colateral al cuerpo en general en tanto atacan al cáncer mismo.


Se necesita una enorme cantidad de reparación celular. Para lograrla, el cuerpo tiene que poseer los elementos de construcción nutricional a fin de llevar a cabo esta labor. Incluso en este caso, algunos investigadores dan a conocer noticias alentadoras. Por ejemplo, las potentes propiedades antioxidantes de la vitamina E pueden ayudar a reducir la toxicidad de ciertos quimioterapéuticos como la adriamicina, que si bien es un medicamento importante contra el cáncer, su empleo conlleva cardiotoxicidad potencial.


La vitamina E exhibe cierta capacidad para abatir los efectos lesivos de este tratamiento, sin interferir con la terapéutica misma.

Al final, tomando en consideración todas estas variables y el número al parecer infinito de posibles combinaciones de los efectos sinergísticos, es muy difícil probar los beneficios de determinado tipo específico de dieta. Algún estudio publicado tal vez se concentre sobre un segmento de la población que recibe un nutriente en particular, mas pudiese no considerar otros factores genéticos o del estilo de vida, que contribuyen a un desenlace positivo o negativo de los estudios. Quienes participan en investigaciones a menudo “monitorean” y siguen la pista de sus propios hábitos dietarios y, por ende, es probable que tales estudios parezcan defectuosos o sólo reflejen hábitos alimentarios de corta duración. Estos puntos no son la norma, pero ocurren con la frecuencia suficiente como para sopesar cautelosamente qué oímos en los noticieros, y consultar a un profesional médico antes de embarcarse en cualquier plan dietario en particular.


Otros estudios son llevados a cabo con animales en un laboratorio. En tanto que generan información nueva, es probable que sus resultados no reflejen correctamente los efectos de los mismos nutrientes en el ser humano. Habiendo considerado todo esto, una cosa es cierta, nunca es erróneo comer en abundancia frutas frescas, vegetales y granos enteros. Estas son las fuentes primarias de los elementos nutricionales que el cuerpo requiere para conservar un sistema inmune competente y sano, nuestra defensa primaria contra el cáncer y otros padecimientos. Usando las mismas palabras de Frank L. Meyskens, Jr., M.D., director de Chao Family Clinical Cancer Research Center, de UC Irvine: “la mejor manera de curar el cáncer es evitándolo.” Desde tal perspectiva, es posible que Ud. encuentre la curación del cáncer en su propio refrigerador.




¡ DIOS LES BENDIGA !

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